Infinita paciencia
pero escaso poder
tienen los árboles...
Comienzo este cuaderno con la imagen de los restos de un castaño centenario, y un pequeño poema de cosecha propia. Fue, posiblemente, el castaño más viejo y más grande de Casillas y de todo el valle del Tiétar. Mide más de 8 metros de perímetro de tronco, y está en la parte alta del pueblo, en una pequeña finca junto a las praderas del área recreativa.
El primer día que lo vi, mientras lo estaba midiendo y fotografiando, un niño que andaba jugando por allí se acercó y me dijo:
"Hace muchos años, ¡en el 2.000 o por ahí!, se secó y lo cortaron... Desde entonces le llamamos kastañorock, como el festival de rock que se celebra en el pueblo".
Me hizo gracia su comentario sobre el mucho tiempo que había pasado desde que el árbol murió. ¡Nada menos que seis años, al fin y al cabo más de la mitad de la vida del niño! Le dije entonces que el árbol nació hace más de doscientos años. Pero el chico no se inmutó..., y salió disparado hacia donde sus amigos, jugando, le esperaban.
Muy cerca, al lado de un camino que sale del campo de fútbol, podemos ver el castaño que le sigue en tamaño, con un perímetro de 6,90 metros.
Su figura destaca no sólo por su tamaño. Sus impresionantes brazos lo dotan en la base de un aspecto casi animal, y se elevan hacia el cielo como esos árboles mitológicos que describen en las más antiguas leyendas.
Casillas está rodeado de castaños, que la gente del pueblo, felizmente, sigue cuidando y cultivando. Un paseo por los alrededores, en cualquier época del año, es un regalo para la vista y una invitación para el espíritu inquieto o fatigado...