En estos caminos que parten de Sotillo de la Adrada, en parajes de dehesa salpicada de prados, hay unos cuantos ejemplares de fresnos y encinas que merecen la categoría de árboles singulares. Y también algunos robles aislados, que traemos aquí por su escasez en esta zona.
Para llegar a ellos tendremos que recorrer dos caminos que parten del mismo punto, en el pilón de la calle de Menéndez Pelayo. La propuesta da para dos caminatas en días diferentes.
Primera caminata:
Si tomamos el de la derecha, después de recorrer unos 500 metros, nos desviaremos provisionalmente por el camino de la Mojonera para ver los robles de Prado Roble, en una finca de pasto que se encuentra a la derecha de la carretera asfaltada. Se trata de dos ejemplares casi solitarios (hay otros cuantos más de menor tamaño), que se levantan a gran altura casi en el centro de la pradera.
El perímetro de sus troncos no alcanza los 3 metros, pero se pueden considerar árboles singulares por su porte y por su escasez en Sotillo de la Adrada.
Casi al lado, siguiendo unos metros por el mismo camino de la Mojonera, hay otro prado con una línea lateral de fresnos de grandes dimensiones, con ejemplares de más de 3 metros de perímetro de tronco.
En otro prado, tras regresar a la carretera asfaltada, hay un fresno aislado de igual o mayor tamaño, y además sin desmochar, de modo que podemos contemplarlo en toda su estatura sin necesidad de apartarnos de nuestro camino.
Este árbol de hoja caduca y compuesta, con foliolos estrechos y lanceolados y troncos gruesos, con la corteza gris agrietada, están muy presentes en los prados del valle del Tiétar, delimitándolos y ofreciendo sombra a los animales.
El fresno, cuando se le deja crecer sin desmocharlo, alcanza mayestático grandes alturas. Su madera dura y flexible ha sido utilizada desde la antigüedad para fabricar arcos, lanzas, herramienta, muebles e instrumentos musicales.
Es un árbol muy presente en las mitologías europeas. En la antigua Grecia las meliades eran las ninfas de los fresnos, hijas de las nubes; el fresno estaba asociado al dios de los mares Poseidón, y en las ceremonias para atraer la lluvia se utilizaban ramas de fresno, tradiciones que tuvieron después reflejo en las culturas del centro y norte de Europa, donde el fresno se asocia al dios gaélico Gwydion, al irlandés Nuadu y al británico Nodens, y en general a las personas más sabias de la tribu, los druidas, quienes solían portar un bastón de madera de fresno.
Volviendo a nuestra caminata, habrá que traspasar rápidamente (el olor es inevitable) la estación depuradora de aguas residuales, antes de seguir por el camino de El Guijo de la Navaleja.
Junto a este camino, en un prado a la derecha, claramente visibles, están los fresnos de la Navaleja, varios de ellos con perímetros de tronco de aproximadamente 3,5 metros.
Como están desmochados no alcanzan gran altura, cosa que no ocurre con los fresnos que podemos encontrar al final del camino, en el paraje de El Guijo.
Llegar hasta allí tiene la recompensa añadida de que muy cerca se conserva en buen estado el Puente Chico, un puente medieval sobre el arroyo de la Higuera.
Durante el camino de vuelta a Sotillo, si hay ganas y tiempo, podemos desviarnos a la derecha a la altura del una escombrera clausurada. Un poco más abajo, junto a una finca privada, hay unos restos bien conservados de las zahurdas que se utilizaban hace muchos años para la cría de cerdos, y que forman parte del patrimonio de arquitectura rural de este entorno que merece la pena conservar y conocer.
Segunda caminata:
Si en el pilón tomamos hacia la izquierda, por otra carretera asfaltada, y más adelante a la derecha por una pista de tierra, llegaremos también a las inmediaciones de la depuradora, y desde allí hasta el paraje de la Fuente Menga. Al final del camino, donde se cruza con el arroyo del Castaño, hay una encina monumental de más de 200 años y más de 3 metros de perímetro de tronco, junto a una antigua caseta medio derruida.
En ese mismo entorno hay otras encinas similares en fincas particulares, y alguna entre los chopos del arroyo de la Chorrera.
También se conservan los restos de otras dos dos zahurdas.
Ya de regreso a Sotillo, a la mitad del camino a la derecha, en los Prajones, pegado a la pedriza de un prado, podemos ver un enebro con un pie de casi 1 metro de perímetro.