El enebro suele ser un arbolito cubrehuecos, que aprovecha para crecer el espacio que le dejan las encinas, los pinos, los robles... La dehesa y las faldas de las montañas de Sotillo están plagadas de enebros, con sus troncos rojizos, sus aciculares hojas pinchosas y sus "frutillos" verdes y agrupados...
Esos frutillos, que en realidad son piñas carnosas, adquieren un color azul oscuro cuando maduran y tradicionalmente se han utilizado (y se utilizan) para aromatizar la ginebra... Y para adornar de paso algunas de sus etiquetas.
El enebro es de pequeño tamaño. Crece frecuentemente con ramas tupidas desde su base, en forma de arbusto, aunque también podemos encontrar ejemplares con porte de árbol, como el del Prado Ancho, al que se puede llegar por la carretera AV-915 desde Sotillo de la Adrada a Higueras de las Dueñas.
Se encuentra en una propiedad privada, junto a la carretera, y aunque su tamaño no es comparable con el de los grandes fresnos cercanos, impresiona la imagen solitaria de su copa y su viejo tronco enhiesto pero ligeramente retorcido, en medio de la pradera.
Sus dimensiones son extraordinarias para su especie, una altura de 8 metros y 1,80 de perímetro de tronco. dimensiones que ha alcanzado tras crecer durante más de 250 años.
En la misma pradera, aunque no con un porte tan espectacular, hay otros enebros similares que incluso alcanzan mayor altura.
A estos árboles se puede llegar también caminando desde Sotillo de la Adrada, para continuar después hacia Higueras de las Dueñas y Fresnedilla.
Desde este pueblo, siguiendo por la Cañada Real, se enlaza con otra senda a la derecha, paralela al arroyo de los Quemados, en la que también abundan los enebros centenarios.
El primero de ellos se encuentra a la izquierda de la senda después de haber caminado algo más de 2 Km.
Las leyendas europeas identifican al enebro como una puerta de acceso a espacios mágicos habitados por hadas, duendes, gigantes, y donde podemos comunicarnos con los espíritus. También se le ha realcionado con el Diablo, pues para conjurarlo algunas tradiciones aconsejaban atarse los miembros del cuerpo con tallos de enebro.
Hay un relato de los hermanos Grimm que lleva el título de El enebro, cuento infantil más truculento que he leído. En él un pajarillo mágico canta esta canción:
Mi madre me mató,
mi padre me
comió,
y mi buena hermanita
mis huesecitos guardó,
Los
guardó en un pañito
de seda, ¡muy bonito!,
y al pie
del enebro los enterró.
Los enebros frecuentemente están rodeados de encinas. Entre ellas hemos venido... Y si caminamos algo más allá veremos varios ejemplares interesantes.
En el paraje del Castrón, más cerca de La Iglesuela que de Fresnedilla, está la que probablemente sea la encina más vieja y más grande de la provincia de Ávila, la encina del Gacho. Para llegar a ella hay que caminar 2,5 Km. suplementarios, por la senda dibujada en amarillo, aunque se accede mejor por pista forestal desde La Iglesuela. La encina está en una finca privadísima, vallada y con vigilancia electrónica. Para verla hay que pedir permiso a los dueños y subir por una empinada pista interior desde la entrada.
El perímetro de tronco de esta encina sobrepasa los 5 metros, y desde su pie se pueden contemplar magníficas vistas del valle.
Por desgracia, hace ya unos años se desplomaron algunas de sus ramas y la famosa encina del Gacho ya no es lo que era...