Los pinares del valle del Tiétar están mayoritariamente formados por miles de pinos resineros, con algunas manchas de pinos piñoneros. Sin embargo, en las zonas altas de la sierra de Gredos subsisten ejemplares centenarios de pinos laricios (con el pino Aprisquillo de La Adrada como su más anciano y monumental representante) y también de pinos silvestres, como los que vamos a visitar en las cercanías del Canto del Berrueco, casi a 1.800 metros de altitud.
Podemos llegar a ellos caminando por varios caminos, pero el más recomendable parte de Casillas, más en concreto de la zona recreativa de las Eras del Prado, en medio del magnífico castañar que nunca se cansa uno de recorrer.
Aunque nuestro objetivo es conocer los solitarios pinos silvestres del Berrueco, el espectáculo que nos ofrece el castañar, en cualquier época del año, no deja de sorprendernos.
El camino serpentea con una pendiente relativa hasta el Collado de las Vacas, en donde habremos de desviarnos por la primera pista a la derecha, para dirigirnos hacia las faldas del Canto del Berrueco, al paraje conocido como el Venero de las Apreturas (vaya usted a saber por qué) y de la Fuente de la Teja.
Tras otra bifurcación, que tomamos a la izquierda, llegaremos a la primera garganta. Desde la pista se ven los primeros ejemplares de pino silvestre, de troncos asombrosamente retorcidos. Tendremos que escalar la garganta para verlos en condiciones.
Son seres vivos de más de 200 años, con perímetros de tronco de más de 4 metros, supervivientes de otras épocas en las que esta variedad de pino autóctono estaba por esta parte mejor representada.
El pino silvestre, también conocido como pino de Valsaín (en aquella zona de Segovia hay grandes extensiones de ellos), es un árbol de porte alto y recto, aunque en estas altitudes, tal vez por efecto de la fuerza del viento y el peso de las nieves, estos ejemplares lo contradigan. Tanto sus acículas como sus piñas son más pequeñas que las del pino piñonero, y mucho más que las del pino resinero.
Cerca de estos dos ejemplares, y en las dos siguientes gargantas, hay decenas de pinos silvestres de dimensiones parecidas, alguno de ellos espectacular, aunque ya no esté vivo.
Y algo más allá, casi al final de la pista a la derecha, subido en la ladera, está el último de ellos.
La pista forestal acaba a unos cientos de metros debajo del Canto del Berrueco. Para subir hasta el pico hay que trepar monte arriba sin camino trazado, es decir, peleando contra la pendiente y contra los impedimentos del monte bajo, formado por tupidos matorrales de piornos y cambroneras. También se puede hacer lo mismo ahorrando parte de esa mala subida, si lo intentamos desde la pista que sube desde atrás, en la garganta.