Según cuenta Juan Antonio Chavarría, en su estudio sobre la toponimia de Sotillo de la Adrada, el cerro o Cabeza Pinosa ya aparecía consignado de ese modo en un documento del año 1.285, mediante el cual el concejo de la ciudad de Ávila donaba el lugar de La Figuera (hoy Higuera de las Dueñas) al convento de monjas de San Clemente. Y más tarde (siglo XIV) el Libro de la Montería de Alfonso XI lo cita como buen monte para la caza del oso. El hecho de que en dichos textos se llamarse Pinosa pone de manifiesto que ya entonces el cerro estaría cubierto de un espeso bosque de pinos.
Hoy son pinos predominantemente resineros, aunque en el camino nos encontraremos numerosos pinos piñoneros de considerables dimensiones, con perímetro de tronco que sobrepasa los 3 metros.
El pino piñonero se distingue fácilmente por su porte, con una copa alta, redondeada y extendida sobre gruesas ramas, que a veces tienen casi el mismo diámetro que el tronco. Su corteza es rojiza y las hojas aciculares, de longitud media. Sus piñas son grandes, globosa y pesadas; de ellas se aprovechan los caros piñones, para su uso en la cocina y en repostería.
Los piñones reciben también el nombre de fruto de la Cibeles. Recordemos que el pino está asociado a esa diosa de la mitología griega. Al parecer su amante, el dios Atis, le había sido infiel con una ninfa y Cibeles enfureció y lo castigó. Atis, arrepentido, se castró para alejarse de sus inclinaciones y se desangró en brazos de Cibeles. Luego la diosa le permitió renacer en forma de pino, y Zeus le concedió que se mantuviera simpre verde. Ese renacimiento se celebraba durante la antigüedad en el festival del equinoccio de la primavera.
El pino resinero posee un tronco bastante oscuro, negruzco; las ramas son numerosas y más horizontales, con acículas muy largas, y las piñas muy grandes y alargadas. Los piñones son más pequeños y no se suelen comer.
Ambos tipos de pinos son de mediana longevidad, rara vez superan los 300 años.
El Ayuntamiento de Sotillo tiene señalizada una “senda botánica” que arranca un poco más arriba de la carretera 501 y de la urbanización de la Fuente de la Salud. Para llegar a ella partiremos de dicha urbanización.
Durante el primer tramo de subida (de unos 600 metros) hay junto al camino grandes pinos piñoneros. Varios a la salida de la urbanización, otro más arriba, junto a un chalet aislado, y otros al final, junto a una fuente con pilón.
La senda botánica se toma por un desvío a la izquierda. Nada más comenzar veremos un ejemplar de acebuche (olivo silvestre), de pequeño tamaño pero singular por su escasez en la zona.
Un poco más adelante, creciendo entre las rocas, sobresale un espectacular madroño.
El resto de la senda discurre entre pinos resineros y vegetación arbustiva, con especies como el enebro, la cornicabra, la bufalaga, la jara, el libiérnago…
Tras un tramo de fuerte pendiente, se llega a la cota más alta (casi 800 metros de altitud). Junto a la torreta de vigilancia forestal hay uno de los espacios graníticos típicos de la sierra, con grandes rocas de formas espectaculares.
La bajada, por la pista forestal, nos llevará rápidamente al punto de partida de la senda circular y al pilón.
Algo más abajo, antes de acabar el recorrido, podemos desviarnos por una senda de unos 200 metros hasta unas rocas que sirven de mirador hacia el Este, con vistas de Sotillo de la Adrada y, más al fondo, de la Peña de Cenicientos.
Hay otra ruta para contemplar el pinar del cerro Pinosa desde más abajo, y sin tener que superar grandes pendientes, el camino del Zamorano, que se puede iniciar en el centro multihusos de la calle de la Dehesa.
Si lo seguimos pasaremos por la fuente de los Venerillos donde está el majuelo centenario que ya conocemos por otro recorrido.
Más adelante iremos viendo grandes ejemplares de pinos piñoneros supervivientes del incendio de 2006.
Así como algunas señales de aquel fuego que se inició en La Adrada y amenazó las casas de Sotillo, devorando casi 600 hectáreas entre ambas poblaciones.
Después de 16 años, toda esa extensión de terreno se puede diferenciar con claridad a vista de pájaro, con la ayuda de googlemaps.
No obstante, la actividad regeneradora de la naturaleza ya nos ofrece la satisfacción de poder olvidarnos de aquel suceso devastador mientras paseamos por ella.